25 abril, 2024
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Restauración de la Cúpula de la Confitería del Molino

En la actualidad, la Cúpula de la Confitería del Molino, en plena restauración, comienza a verse con todo su esplendor.

Dentro del marco de la pandemia del covid19, y su consecuente cuarentena, la restauración de la famosa cúpula porteña, avanza. Los restauradores debieron reponer piezas faltantes, y para eso tuvieron que documentarse.

Por eso, y a pesar de la circunstancias, en las últimas semanas, retomaron los trabajos  de restauración de la Confitería del Molino, ubicada en la esquina de Rivadavia y Callao. 

Así es que puede notarse que la cúpula está recuperando su esplendor, por lo que luce esa forma en aguja con media cuadra de altura, de 1.200 metros cuadrados de vitrales.

Asimismo, según consigna el diario Clarín, los restauradores pertenecen a empresas tercerizadas, Progorod S.A. trabajan en la cúpula y HIT Construcciones, en la fachada, distanciados, con guantes y tapabocas.

Con estas obras de restauración, se replican las figuras y los ornatos de bronce que estaban en la planta baja, y siguen recuperándose esas piezas vítreas tan delicadas de la cúpula llamadas teselas.

Por otra parte, todo el sistema de aspas del molino y de la estructura de uno de los balcones del quinto piso, también están bajo un estricto trabajo de restauración.

Cabe señalar, que no solo se trata  de recuperar las superficies dañadas, sino que además, los restauradores debieron reponer las piezas faltantes, tarea que empezaron antes de la pandemia del coronavirus.

Esto significa que para poder realizar correctamente este trabajo, tuvieron que documentarse y buscar diferentes documentos escritos, planos, fotos e investigaciones propias. Incluso valerse de aportes de vecinos convocados en las redes sociales del Molino, que en Instagram supera los 20.000 seguidores. Así pudieron respetar los colores y la disposición de las teselas en la estructura geométrica, y computar lo perdido para poder restituirlo.

El edificio en general se podría decir que el estado es muy variable porque lo recibimos también en condiciones muy distintas. Hay partes muy conservadas y otras destruidas“, además se concluir lo que falta de la planta baja, marquesina y ascensores, la meta es que para el mes de julio próximo esté en marcha un programa periódico de visitas guiadas que incluyan la terraza y la cúpula, y que la confitería ya tenga concesionario asignado para que vuelva a abrir sus puertas tras 23 años tapiadas y con algo de buen pronosticó argumento que “Si todo funcionara bien, en el transcurso del 2021 en que el edificio cumple 105 años, tendríamos que poder avanzar en la concesión, pero la apertura ya dependerá del inversor privado” y es que, como el resto del funcionamiento de la sociedad, dependerá que suceda con esta pandemia a nivel mundial como en nuestro país.

“Es muy difícil hablar de tiempos de apertura, porque es difícil encarar una inversión de esta magnitud en la pandemia y cuando los bares ya habilitados estuvieron cerrados o al borde de cerrar”.

Volviendo a su historia, el Molino fué terminado en 1916 bajo la dirección del afamado arquitecto italiano Francisco Gianotti (1881-1967), el edificio y confitería Del Molino fue expropiado en 2014 y transferido al Congreso de la Nación en virtud de una ley votada por este mismo cuerpo legislativo, en cuyo interior se creó la Comisión Bicameral Administradora del Edificio encargada de su restauración.

Según lo expresa la Ley 27.009 dispuso que “el subsuelo y planta baja deberán ser concesionados como confitería, restaurante, pastelería o cualquier uso afín”, mientras que el resto del inmueble albergará “un museo dedicado a la historia de la confitería” y “un centro cultural a denominarse ‘De las Aspas’ dedicado a difundir y exhibir la obra de artistas jóvenes”, debemos remarcar que en la restauración de la que participan unas 100 personas, “hay determinados componentes que han sido hitos o perlas” en este proceso, como es el caso de “las aspas y los vitrales” que son de vital importancia, tanto edilicia como artística.

También los restauradores debieron calcar in situ los módulos en mejor estado de conservación, usando el tradicional papel de calcar. Eso permitió medir cada una de las piezas y hacer un relevamiento más exacto. Luego se volcó la información en nuevos planos a escala real, con códigos de forma y color. Y así se hicieron plantillas, para empezar a reponer las piezas faltantes diseñando, coloreando y horneando las teselas vítreas de acuerdo a esa información.

Por otra parte, también debieron remover las costras negras que recubrían parte de la cúpula y que en muchos casos superaban los dos milímetros de espesor. Para eso utilizaron herramientas poco invasivas, como estacas de madera, espátulas de metal de bordes curvos y bisturíes para evitar rayar el material o aflojar piezas.

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